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Octavio Paz: cinco décadas en once fotografías

Para celebrar la aparición de Octavio Paz. Iconografía del poeta y periodista Rafael Vargas, coeditado por el Fondo de Cultura Económica y el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro, publicamos once nuevas fotografías del Nobel mexicano que Vargas ofrece a Liber y que complementan las 330 reunidas en dicho volumen testimonial.

Hace unos cuantos meses apareció el libro Octavio Paz. Iconografía, coeditado por el Fondo de Cultura Económica y el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro. Contiene casi cuatrocientas fotografías desplegadas en poco menos de cuatrocientas páginas. Es la más extensa de la serie de iconografías que de 1984 a la fecha ha publicado el FCE en el marco de la colección Tezontle. 

 

Mi amigo, el poeta Fernando Fernández, ha tenido la gentileza de invitarme a publicar una muestra de fotografías de la Iconografía de Octavio Paz para los lectores de Liber, y así, difundir entre un público cada vez más amplio la existencia de esa obra, hecha con la intención de celebrar el centenario natal de Paz. Por supuesto acepté y le agradecí la generosidad de la idea, pero contrapropuse que, en vez de realizar una selección de las imágenes contenidas en la Iconografía –cosa que, sin duda, él haría con mucho mejor tino que yo–, preferiría entregarle a Liber una especie de “lista gráfica”, valga decirlo así, de las imágenes que me habría gustado incluir en el tomo, pero que la falta de espacio, la insuficiente calidad de la copia obtenida o, simplemente, la ignorancia de su existencia, me impidieron su incorporación. Son once imágenes que, presentadas como conjunto, conforman una suerte de suplemento del volumen impreso que el lector encontrará en librerías. Si algún día ese volumen alcanza una segunda edición, este suplemento deberá encontrar lugar entre sus páginas.

En general, las imágenes reunidas tanto ahora como en la Iconografía proceden de fuentes muy diversas: archivos personales e institucionales, antiguas publicaciones periódicas, agencias fotográficas, y se escogieron con base en tres criterios: la rareza del instante que capturan (casi no existen fotografías de Paz a lo largo de sus primeros 25 años de vida, por lo que cualquier estampa de ese periodo, aun la menos nítida, resulta muy valiosa); la importancia del momento en que fueron captadas o de las personas que aparecen en ellas; y la calidad de la imagen como tal, sea en términos estéticos o de definición. Todas, tanto las que forman parte del libro como estas que ofrecemos al lector de Liber, se ordenan de manera cronológica. Ello permite atisbar el curso de la biografía de Paz e imaginarlo como hijo, estudiante, esposo y profesionista, pero asimismo observar el proceso de su conversión en figura pública.

Se dice que el rostro de una persona refleja la vida que ha llevado: en él está escrita su biografía. El rostro es, entonces, un libro que podemos leer. Su argumento se abulta y se adensa con los años, y en sus páginas hemos de encontrar entretejidas historias contradictorias, enmendaduras, las cicatrices de la juventud y las heridas de la vejez. Libro, lienzo, mapa o espejo, la fascinación que produce el rostro es infinita… –pero el espacio de esta nota no y, por lo demás, es mejor detenerse y respirar cada vez que uno se halla ante el riesgo de un agudo ataque de lirismo.  

Nos asomamos a los rostros de los escritores que admiramos para conocerlos mejor, para saber de sus actitudes, de sus emociones, para saber cuáles compartimos con ellos. Nos interesa conocer su biografía para comprender las razones de su capacidad creativa. Pero la mejor manera de conocerlos es conocer sus obras. En el caso de un poeta, el retrato más acabado, la imagen más completa que podemos encontrar de él, está en su poesía. Tanto la iconografía impresa como este pequeño suplemento son una invitación a leer la gran poesía de Octavio Paz.

1931. Con su madre, Josefina Lozano Delgado.

Nacida el 22 de enero de 1893, la madre de Octavio Paz tiene en esta fotografía 38 años, él 17, en pleno tránsito de la adolescencia a la juventud.

            En el año en que se capta esta imagen, publica por primera vez un poema: “Juego” (el 7 de junio de 1931, en El Nacional), e inicia su camino en la vida editorial con el primer número de la revista Barandal, que hace con sus compañeros de estudios en San Ildefonso. 

            “Mi amor por la palabra comenzó cuando oí hablar a mi abuelo y cantar a mi madre, pero también cuando los oí callar y quise descifrar o, más exactamente, deletrear su silencio”.

            A su madre debe también los ojos azules y un fortísimo vínculo con España, a donde viajará, también por vez primera, seis años más tarde.

            Guillermo Sheridan dio a conocer esta fotografía en su libro Los idilios salvajes, tercer volumen de una tetralogía sobre la vida de Octavio Paz (Ediciones Era, 2016).

1932  Fotografía de una credencial universitaria.

Si se compara esta imagen con la anterior, se antoja razonable suponer que esta fotografía “de óvalo” haya sido tomada para la credencial de estudiante en la época en que Paz empezaba sus estudios en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. 

En aquella época, estudiar Derecho era la alternativa más acostumbrada para quienes deseaban realizar una carrera en la rama de las humanidades. Tras la muerte de su padre, Octavio Paz Solórzano, ocurrida el 10 de marzo de 1935, Octavio Paz Lozano decide no continuar sus estudios.

1932 Fotografía de una credencial universitaria.

1951 

A 340 kilómetros al sur de Delhi, capital de la India, se encuentra la ciudad de Gwalior, edificada en el siglo X. Allí se tomó esta fotografía, que después Paz enviaría a André Breton –de cuyo archivo procede– con una inscripción a mano, en español, juguetona y relativamente críptica: “Antes de montar el potro de piedra… (¿o el león?)”.

Esta es una de las muy pocas imágenes que se conocen de Paz durante su primera y muy breve estancia en la India –de finales de diciembre de 1951 a finales de mayo de 1952–, donde trabajó en la apertura de la embajada mexicana y el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y aquel inmenso país, luego de que este lograse su independencia del Imperio británico en 1947.

1951. Paz en Gwalior, India.

25 de febrero de 1958 Premio Xavier Villaurrutia. 

El 24 de marzo de 1956 se publicó El arco y la lira, libro que merecerá el Premio Xavier Villaurrutia correspondiente a ese mismo año. Así lo decidirá en el mes de noviembre el jurado compuesto por Carlos Pellicer, Rodolfo Usigli y Francisco Zendejas. Paz recibirá los 5000 pesos que comprendía el premio (*) en el marco de un sencillo acto el 25 de febrero de 1958.

En la imagen, captada hacia el final de la ceremonia por un fotógrafo de Conferencia. Revista de Difusión Cultural, lo vemos recibir un cheque de manos de Bernardo Reyes (en representación de su tío, don Alfonso), acompañado por Zendejas.

(*) Para valorarlos, calcúlese que en la época la renta mensual de un departamento en la colonia Condesa costaba 200.00 pesos.

25 de febrero de 1958. Premio Xavier Villaurrutia

2 de marzo de 1958    Homenaje a Rómulo Gallegos.

Rómulo Gallegos, el novelista venezolano autor de Doña Bárbara, fue elegido para la presidencia de su país en diciembre de 1947. Un golpe militar lo obligó a exiliarse en México, y no volvería a su patria sino hasta 1958. Antes de su retorno, don Arnaldo Orfila, director del Fondo de Cultura Económica y amigo personal de Gallegos, decidió ofrecerle un homenaje en compañía de Gonzalo Robles y Emigdio Martínez Adame, miembros de la Junta de Gobierno del FCE, y de algunas otras personas, como Efrén C. Del Pozo, secretario general de la UNAM, y Octavio Paz, titular de la Dirección General de Organismo Internacionales de la Secretaría de Relaciones Exteriores. 

En el marco de ese acto, Paz, cuya relación con América Latina aún no ha sido suficientemente examinada, leyó un par de páginas: “Continente de caimanes de frac y tiburones uniformados”, cuyo primer párrafo reproduzco enseguida:

 “El nombre de Rómulo Gallegos está unido a mis años de estudiante. En aquella época descubrimos la existencia de una región que entonces ignoraban nuestras cartas, guías y textos literarios: la moderna novela hispanoamericana. De pronto América dejó de ser geografía y empezó a convertirse en tierra espiritual. O más exactamente: en lugar de encuentro entre la tierra y el hombre. Lugar de encuentro y de combate mortal. Al principio la obra de Gallegos se nos mezclaba y confundía con la de otros grandes novelistas; después, poco a poco, conforme avanzaban nuestras lecturas, se presentó ante nuestros ojos con una propia y distinta figura”.

2 de marzo de 1958. Homenaje a Rómulo Gallegos. De izquierda a derecha: Octavio Paz, Gonzalo Robles, Emigdio Martínez Adame, Rómulo Gallegos, Arnaldo Orfila Reynal, un periodista no identificado, y Efrén C. Del Pozo.

1961 Grabación de poemas para la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. 

Paz grabó poemas y entrevistas para producir discos o programas radiofónicos en varias ocasiones a lo largo de su vida. Grabó poemas por primera vez, según todo lo indica, los días 24 y 25 de marzo de 1961, cuando visitó la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en Washington. Leyó entonces una selección de sus poemas para integrarla al acervo del Archivo Magnetofónico de Literatura Hispánica de esa biblioteca. En esas sesiones, que suman un total de 97 minutos, leyó dieciséis poemas: fragmentos de Trabajos del poeta, poemas breves pertenecientes a Semillas para un himno y Salamandra, y todo Piedra de Sol. En el curso de la primera sesión se hizo esta fotografía, a cuyo autor no he logrado identificar todavía.

Hasta hace poco me preguntaba si, por intermediación de Paz, se habrían utilizado esas mismas grabaciones para hacer el disco de larga duración que forma parte de la serie Voz Viva de México, y que empezó a circular en México ese mismo año, o si Paz habría realizado una segunda sesión de grabaciones en los estudios de Radio Universidad. Un rápido cotejo permite establecer que se trata de dos grabaciones muy distintas.

1961. Grabación de poemas para la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

10 de octubre de 1962. López Mateos llega a la India en visita de Estado.

Por acuerdo del presidente Adolfo López Mateos, el 1º de mayo de 1962 Octavio Paz es designado embajador de México ante el gobierno de la India. En esa calidad llegará a Delhi el 2 de septiembre. Apenas cuenta con tiempo suficiente para presentar sus cartas credenciales y orquestar los preparativos para la visita de Estado del presidente mexicano. Con todas las formalidades del caso, Jawaharlal Nehru, Primer Ministro de la India, recibe a López Mateos a su llegada a Nueva Delhi. 

En la imagen, a espaldas de Nehru, se encuentran Indira Gandhi y el doctor Zakir Hussain, vicepresidente de la India (1962-1967) y futuro tercer presidente de dicho país (1967-1969). Las demás personas que aparecen no han sido identificadas.

Anoto, al paso, que si bien no fueron amigos, López Mateos y Paz se conocían desde los años treinta, cuando eran estudiantes y participaban en los concursos de oratoria que se organizaban en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. 

10 de octubre de 1962. López Mateos llega a la India en visita de Estado.

1970   Paz en el campus de la Universidad de Cambridge.

La hermosa secuencia de fotografías de Octavio Paz caminando por el campus de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, es obra de la gran fotógrafa argentina Sara Facio, y es muy conocida.

Su inclusión en esta brevísima selección no es sino la formulación en voz alta (valga decirlo así) del deseo de que la serie completa se incluya en una futura reedición de la Iconografía

1970. Paz en el campus de la Cambridge.

1971   En una calle de Manhattan, conversando con un estudiante.

Quedé impresionadísimo la primera vez que leí, en el libro Siete voces, la magnífica entrevista que Rita Guibert (1916-2007), periodista argentina, le hizo a Octavio Paz en 1971. Ella, discreta, con intervenciones mínimas, pero siempre oportunas y acertadas, gracias a su conocimiento del trabajo de Paz, brilla como periodista. Él, por su parte, brilla como un gran pensador. Cada vez que la leo, pienso que Paz se encontraba en un espléndido momento de su vida. Y esta fotografía, tomada por la propia Guibert, me parece en cierto sentido una extensión de esa conversación. Paz era un gran conversador, bien dispuesto siempre a platicar, a escuchar. Su oído era una sutil antena. Hoy esta imagen me hace sentir nostalgia de los años en que caminaba interminablemente por las calles de la Ciudad de México con mis amigos, con alguna novia, soñando y conversando –deseando que la buena conversación no se acabe nunca… 

Me temo que en el agreste entorno que ofrece la ciudad de hoy, las nuevas generaciones ya no tienen la misma oportunidad de disfrutar la suave deriva de la conversación deambulatoria. De ahí el reiterado placer de asomarse a la conversación entre Guibert y Paz.

1971. En una calle de Manhattan, conversando con un estudiante.

1975     Reunión del Consejo de Redacción de la revista Plural.

En marzo de 1975, Octavio Paz invitó a Rogelio Cuéllar a su departamento en la calle de Río Lerma para que fotografiase al grupo de escritores que conformaba el Consejo de Redacción de Plural. De acuerdo con lo que anota José de la Colina en una estampa memoriosa publicada en Letras Libres en octubre de 2011,  “Julio Scherer, director de Excélsior, del que Plural era publicación ahijada, había enviado a Cuéllar a retratarnos con el recién impreso número 48 en las manos, como prueba contra el no cándido rumor, flotante en algunos corrillos más o menos culturales, de que nuestra revista moriría tras el número 47 por causa de una ‘carencia de lectores’ y una ‘impopularidad’ que la hacían económicamente insostenible para el periódico y políticamente indeseable, incluso para muchos articulistas del mismo periódico. Adviértase que Zaid, de acuerdo a su habitual coquetería de no ser un autor visible en persona, se afantasma todavía más eclipsando el rostro detrás de Plural 48”.

En esta fotografía de esa memorable sesión, Zaid no se cubre el rostro, pero en atención al deseo de invisibilidad al que De la Colina alude, difuminamos su rostro. Ahora bien: aun si no lo hiciéramos, lo más probable es que la coquetería de Zaid quedaría eclipsada por otro gesto de coquetería, pero mayor, totalmente festivo, por parte de Marie-Jo.

Yo había acordado con ella que esta imagen formaría parte de la Iconografía de Paz que imprimiría el FCE, pero cuando finalmente entregué el libro a la editorial, Marie-Jo me pidió que la retirase. Me dijo que ni ella ni Michèle Albán eran parte del consejo de la revista y que no quería que se desvirtuase el sentido de la reunión. A mí me parece que nada se desvirtúa con esta imagen y que más bien da una buena idea de la grata camaradería que había entre los principales integrantes de Plural

 

1980   En Berlín, en un acto organizado por la editorial alemana Suhrkamp Verlag.

En junio de 1980, Octavio Paz visitó Alemania por primera vez, invitado por la casa editora Suhrkamp Verlag. Esta imagen, tomada por la distinguida fotógrafa alemana Digne Meller Marcovicz es, me parece, uno de los mejores retratos que he visto de Paz. 

Meller Marcovicz (1934-2014), considerada desde 1960 como una de las grandes retratistas del medio cultural alemán de la posguerra (sus numerosas fotografías de Heidegger han dado la vuelta al mundo), se hizo notar desde un principio por no permitir que sus retratados asumieran ningún tipo de poses ni fabricaran escenarios, y por preferir la luz natural a cualquier otro tipo de iluminación. Como lo señalara la crítica de cine Claudia Lenssen, Meller Marcovicz se esforzaba por lograr retratos sin pretensiones ni simulaciones.

            Me parece probable que esta fotografía haya sido realizada a instancias de Siegfried Unseld, el célebre propietario de Suhrkamp Verlag, sello que jugó un papel importantísimo en la recepción y la divulgación de las obras de Octavio Paz en el ámbito lingüístico alemán –el idioma al que Paz ha sido traducido con mayor frecuencia en seguida de las lenguas francesa e inglesa.

Unseld y Paz trabarían una sólida amistad, lo que hizo que el editor alemán viniera varias veces a México, como lo deja ver una fotografía de abril de 1981 –incluida en la Iconografía del FCE–, en la que visita las excavaciones del Templo Mayor con Octavio, Marie-José y Eduardo Matos Moctezuma.

De izquierda a derecha, en el sentido de las manecillas del reloj: Tomás Segovia, Gabriel Zaid, Marie-José Paz, Alejandro Rossi, José de la Colina, Salvador Elizondo, Kazuya Sakai, Michèle Albán, Juan García Ponce y Octavio Paz.


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