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El músico de las estrellas 

¿Quién fue Friedrich Wilhelm Herschel? ¿Compositor o padre de la astronomía moderna? Fernando Álvarez del Castillo presenta un ensayo sobre la doble faz de un hombre contemplativo que buscó en el conocimiento la felicidad. El descubridor de Urano, de los satélites de Saturno y del movimiento del sol pasaba de la armonía celeste a la armonía musical para encontrar en una y otra un lenguaje universal.

Imagen de portada:

The Geometrical Construction of Solar and Lunar Eclipses (detalle), impresión de un grabado en cobre, coloreada a mano, publicada por el astrónomo David Brewster para ilustrar los inventos de James Ferguson.

 

Durante casi cuarenta años, Friedrich Wilhelm Herschel (1738-1822), padre de la astronomía moderna, llamado “el Cristóbal Colón del cielo”, fue un músico profesional creativo, ingenioso y respetado, que se ganó la vida dando clases, componiendo y tocando el oboe.

“Nací en la ciudad de Hannover el 15 de noviembre de 1738 –escribe Herschel–, mi padre Isaac fue músico y yo fui el segundo de cuatro hijos a los que educó él mismo desde la infancia. Mis tres hermanos aún profesan el oficio, el mayor y el menor contratados en la orquesta de Su Majestad en Hannover, mientras que el tercero reside en Bath. Todos son notables por su talento musical y apreciados por su buen carácter. Tenía también dos hermanas, así que familia tan numerosa no permitió a mi padre, por su precaria situación económica, gastar mucho en la educación de sus hijos. Por ello, lo más que pudo hacer, además de la enseñanza básica que recibí en la escuela, como la lectura, escritura y aritmética, fue proporcionarme un instructor particular de francés. La persona que acometió tal tarea notó que poseía una memoria muy dispuesta que no le daría problema, y siendo él mismo un hombre de ciencia, dedicó su tiempo a despertarme el gusto por el estudio de la filosofía, especialmente lógica, ética y metafísica, que eran sus materias favoritas”.

A la edad de cuatro años, William aprendió primero el violín y, más tarde, el oboe; por lo que a los catorce, pudo ocupar el puesto de oboísta y violinista en la orquesta de los guardias de la escuela militar donde estudiaba. Su hermano mayor, Jacob, y él tomaron clases de francés con un tutor itinerante llamado Hufschläger, erudito en temas científicos.

“En estas circunstancias afortunadas, y aunque yo amaba la música en exceso e hice considerables progresos en ella –dice Herschel–, determiné con entusiasmo dedicar cada momento a buscar el conocimiento que consideraba el bien supremo y hacia el que decidí orientar todos mis objetivos futuros para procurarme la felicidad en la vida. Así pasé varios años hasta que los problemas en el Electorado de Hannover, durante la última guerra, hicieron muy incómoda mi situación”.

Con el inicio de la guerra de los Siete Años, el regimiento al que Herschel pertenecía fue enviado a Inglaterra, al igual que su padre y su hermano Jacob, donde el joven militar aprendió inglés, además de tocar el oboe en la banda del Regimiento de Guardias de Brunswick-Luneburgo.

En el otoño de 1756 regresó a Alemania, y aunque no estuvo entre los combatientes, participó indirectamente en la batalla de Hastenbeck. Los más de cinco mil muertos de esa confrontación le causaron una honda impresión, por lo que decidió dejar su país natal (no desertó, como a menudo se afirma), y afincarse con Jacob en Inglaterra, donde pronto encontró trabajo como copista de música. En 1760, le nombraron director de la banda militar de Durham. Estos fueron sus años más productivos en el terreno musical; la mayoría de sus sinfonías, conciertos y sonatas las compuso entre 1759 y 1770. A pesar del gran número de obras que Herschel escribió (24 sinfonías, conciertos para oboe, violín y viola, obras para órgano, piezas corales y 24 magníficos caprichos para violín solo, entre otras), las únicas que aparecieron impresas durante su vida fueron seis sonatas para violín y bajo continuo.

Sir William Herschel y Caroline Herschel, litografía en color de Alfred Diethe, circa 1896. Wellcome Collection, Londres.

Cita

El 12 de agosto de 1761, Herschel se trasladó con los compositores Charles Avison y John Garth a Halnaby House, cerca de Darlington, a fin de ofrecer un concierto al duque de York. El acontecimiento dio inicio a una asociación con la familia real inglesa que jugaría un papel principal en su vida. En 1766, se le ofreció el puesto de organista de la capilla octagonal en Bath, sitio de veraneo de la corte que era, después de Londres, el centro cultural y artístico más importante en Inglaterra. Además de sus deberes en la capilla, tocaba el violín en la orquesta de Bath y participaba como solista en los conciertos para oboe.

En 1772 volvió a Hannover, que no había visitado desde su renuncia a la banda de los guardias. Ese mismo año regresó a Inglaterra, acompañado de su hermana Caroline Lucretia, quien más tarde desempeñaría un papel importante en su carrera como astrónomo. En 1780 se designó a Herschel director de la orquesta de Bath, en cuyos conciertos participaba Caroline como soprano solista.

Durante este período, empezó a interesarse cada vez más por la astronomía, cuya afición narra así: 

La dificultad para tener éxito en Londres me indujo a visitar algunos lugares de la provincia, y después de unos años en Newcastle y Leeds, fui nombrado organista en Halifax, Yorkshire […] La teoría de la música relativa a las matemáticas me había inducido, desde muy temprano, a leer en Alemania todo lo que se había escrito sobre el tema de la armonía. Poco después de mi arribo a Inglaterra, cayó en mis manos el valioso método sobre armonía del doctor Smith, y después de leerlo, me percaté de mi ignorancia y tuve que recurrir a otros autores para ampliar mis conocimientos; esto me llevó, necesariamente, de una rama a otra de las matemáticas, en tanto que en el año de 1766 fui trasladado de Halifax a Bath, donde me convertí en organista de la capilla octagonal. 

 

Retrato de James Ferguson por John Townsend, grabado, 1776.

Fuente: Wikimedia.

Aquí su vida daría un giro, al adquirir en 1773 el libro Astronomy del escocés James Ferguson.

En esta ciudad, por cierto, tuvo un altercado con el compositor Thomas Linley, pues este se negó a cederle un atril, aunque después Herschel sería maestro de Ozias Linley, hijo de Thomas. 

Mi situación resultó muy provechosa –continúa relatando–, pues pronto participé en todas las actividades musicales, las representaciones y los oratorios, además de que creció mi interés por el estudio. Así, después de un día de trabajo de catorce o dieciséis horas dedicadas a mi profesión, me retiraba ya de noche con la mayor avidez a solazar la mente con las derivadas de Taylor-Maclaurin y otros libros de esa clase. No obstante, la óptica y la astronomía me atrajeron más, y cuando leí los fascinantes descubrimientos que se habían logrado con el telescopio, me entusiasmé tanto que quise ver el cielo y los planetas con mis propios ojos mediante uno de esos artefactos. En consecuencia, alquilé uno de dos pies, que era el mejor instrumento que la ciudad me podía ofrecer. La satisfacción que sentí me determinó a adquirir un telescopio mejor, pero ignoraba su costo. Cuando lo supe, tomé la decisión de hacerlo yo mismo, aunque no era consciente de las dificultades que se me habrían de presentar; no obstante, pude completar tal obra. En la persecución de este delicioso empeño, persistí durante unos años con infatigable asiduidad hasta la infinita satisfacción que me produjo ver Saturno, lo que sucedió en 1774 a través de un telescopio de cinco pies de mi propia manufactura. Este logro resultó tan estimulante que procedí a hacer instrumentos más grandes. Me empeñé con tal obstinación en completar la figura parabólica de un telescopio de siete pies que hice más de doscientos espejos.

Uno de esos telescopios lo construyó para el Real Observatorio de Madrid, edificado por orden de Carlos III y encargado a Juan de Villanueva, el célebre arquitecto que diseñó el Museo del Prado. El telescopio era considerado el mejor del mundo gracias a la extraordinaria calidad del pulido de sus espejos. Durante la guerra de Independencia, las tropas napoleónicas, que habían establecido su cuartel general en El Retiro, donde se encuentra el observatorio, utilizaron la madera del gigantesco artefacto para encender fogatas y calentarse durante el frío invierno madrileño; no obstante, los responsables del observatorio pudieron salvar los valiosos espejos. A principios de este siglo, se reconstruyó la estructura de madera a partir del diseño original y se instalaron los espejos de Herschel, con lo que nuevamente se tiene una ventana al cielo en el mismo enclave.

Caroline, su hermana, describió los efectos de estas actividades en la residencia familiar en King Street. “Para mi dolor, vi que casi todas las habitaciones de la casa se habían convertido en talleres; un ebanista hacía tubos y estantes de todas clases en un salón bellamente decorado, en tanto que Alexander (hermano de William) colocaba una enorme máquina de rotación en una recámara”.

Nos cuenta Herschel: “Todo este tiempo continué con mis observaciones astronómicas, y nada parecía faltar para alcanzar mi felicidad más que el tiempo suficiente para disfrutar mis telescopios a los que estaba tan apegado que solía correr del clavecín en el teatro a ver las estrellas durante el intermedio de una ópera o un concierto, y regresar para el siguiente. A esta perseverancia se debe en mucho el descubrimiento del planeta Georgium Sidus, es decir, Urano, lo que aconteció el 13 de marzo de 1781… En la primavera del siguiente año, Su Majestad quiso ver mi telescopio y, siempre dispuesto a alentar las artes y ciencias, quedó tan complacido que me relevó de mi antiguo empleo para que pudiera dedicarme enteramente a la astronomía”.

Réplica del telescopio de William Herschel exhibida en 2019 en el Observatorio Nacional de España, Madrid. Fotografía de Procy / Shutterstock.

Caroline no sólo preparó té y galletas para su hermano, también descubrió cometas, clasificó estrellas y aprendió matemáticas. Caroline Herschel, litografía de Joseph Brown en Memoir and Correspondence, 1876, John Murray (editor), Londres.

 

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El descubrimiento del planeta Urano (que en un principio consideró un cometa), que él llamó Georgium Sidus, en homenaje al rey Jorge III de Gran Bretaña e Irlanda, de la Casa de Hannover, dio a Herschel renombre internacional y una membresía en la Sociedad Real, que le otorgó la medalla Copley (1781). Al año siguiente, halagado por sus triunfos, el rey Jorge III lo llamó a Windsor, y le asignó una pensión anual de 200 libras esterlinas –menor, por cierto, a sus ingresos como músico–, con lo que se comprometía a dedicar todo su tiempo a la astronomía; por ello, su última presentación como músico profesional fue en la capilla octagonal de Bath, el 18 de junio de 1782.

 

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Irónicamente, Herschel conocería a los músicos famosos de su tiempo por su prestigio como astrónomo, no como compositor. Así, Joseph Haydn, huésped suyo que incluso encontró en sus conversaciones motivación para componer el oratorio La Creación, y el célebre cronista Charles Burney lo visitaron en el observatorio cerca de Slough (el lugar del mundo, como dijo el astrónomo francés François Arago, donde mayor número de descubrimientos se han hecho). Todavía en 1802, emprendió un viaje por el continente; en París se reunió con sus colegas Pierre-Simon Laplace y Charles Messier, y con el emperador Napoleón, quien lo condecoró en 1806 con la Cruz de la Legión de Honor. Finalmente, regresó a Slough, donde moriría a los 84 años, el 25 de agosto de 1822. La carta manuscrita que envió a Charles Hutton, conservada en la biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard, es su principal relato autobiográfico, junto con el diario de Caroline.

De la armonía musical, Herschel pasó a la armonía celeste, y cuando conoció, por las obras del astrónomo James Ferguson, las maravillas que el telescopio revela, dio la espalda a su carrera musical. Su decisión de abandonar este arte por la astronomía fue una elección serena. Poseído por Urania, comenzó a construir en 1785 su telescopio gigante, que llegó a medir cerca de doce metros de longitud, el mayor y más perfecto de los construidos hasta entonces.

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El planeta Urano, descubierto por William Herschel en 1781. Ilustración en 3D con elementos de imágenes de la N A S A . Obra de Dotted Yeti.

No sólo descubrió nuevos satélites de Urano y Saturno, la dirección del movimiento solar, cientos de estrellas dobles y su naturaleza binaria, y más de dos mil quinientas nebulosas, sino que también logró cualitativamente delinear la forma de la Vía Láctea, y asociar las manchas solares con las cosechas en la Tierra. En 1800 descubrió los rayos infrarrojos al hacer que la luz del sol pasara a través de un prisma (como lo había hecho anteriormente Newton), pero avanzó más al poner un termómetro en cada uno de los colores. Descubrió que, más allá del extremo rojo del espectro, el termómetro mostraba un incremento en la temperatura, por lo que concluyó que era ahí donde residía la energía calórica.

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La música del universo

Con asombrosa precisión, entre el Barroco y el clasicismo gira la música de Herschel. Clara, transparente, sin pretensiones y con un lenguaje personalísimo que proyecta el espíritu cuidadoso de una mente científica que consideraba la música como un complemento integrado a una vida formada en la precisión y la exactitud. Sus ideas musicales nos acercan al funcionamiento de la estructura mental del compositor y del científico que, mirando los astros y contemplando el universo como nunca antes nadie lo había hecho, traspasó el lenguaje matemático cotidiano para encontrar también en la música otro lenguaje, incluso más universal.

Los manuscritos autógrafos de varios conciertos para oboe de Herschel proporcionan indicaciones únicas, claras y precisas de prácticas de ejecución empleadas entonces por los grandes virtuosos del oboe. No debe sorprender la precisión de Herschel en sus anotaciones musicales, pues aplicaba en estas el mismo rigor que cuando anotaba sus observaciones astronómicas.

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William Herschel por Lemuel Francis Abbott, óleo sobre lienzo, 1785, National Portrait Gallery, Londres.

Su manera de tocar sus propios conciertos está documentada por varios oyentes contemporáneos. Evidentemente, creía que el ejecutante debía seguir literalmente las anotaciones del compositor. Esto debió ser en algún sentido una herejía musical, pues los intérpretes de entonces se consideraban artistas supremos de la música con la libertad de improvisar. Un cronista contemporáneo de Herschel, el doctor Edward Miller, dejó la siguiente opinión: “Nunca antes habíamos escuchado los conciertos de Corelli, Geminiani y Avison, o las sinfonías de Haydn interpretadas con más corrección o más acordes a la intención original de los compositores que como con el señor Herschel”. Quizás los aspectos más importantes de la práctica de interpretación de los autógrafos de Herschel sean las cadencias totalmente escritas que se encuentran hacia el final de los movimientos. No hay partituras de la época que documenten tan específicamente los deseos del compositor como las de sus obras.

No se puede calificar la música de Herschel de mediocre, como a menudo se le ha juzgado. Es verdad que dista mucho de ser el gran compositor, y no se puede negar la influencia que las obras de Johann Christian y Carl Philipp Emanuel Bach ejercieron en sus composiciones; sin embargo, en sus escalas ascendentes y descendentes y armonías perfectas hay transparencia, calidad y técnica indiscutibles logradas a través de un balance y expresión sin excesos. Nunca llega a ser un compositor dramático, aunque a veces se descubre melancólico y cuida su trabajo como una hoja de apuntes científicos.

Ver a los astros, contemplar el universo y escribir sobre ello lo hizo un académico y, al mismo tiempo, compositor un tanto etéreo; su universo interno y el universo que sus ojos admiraron están presentes y se llegan a confundir en sus composiciones.

Oír a Herschel es, en cierta forma, escuchar al universo.

 

William Herschel fue multiinstrumentista; aquí algunos de sus instrumentos: astrolabio, telescopio y teclado en su casa en Bath, hoy convertida en museo. The Herschel Museum of Astronomy, Londres. Fuente: Herschel Museum of Astronomy.

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Referencias bibliográficas

Euler, Christoph. Herschel als Astronom (CD). Hannover: Gutingi, NDR, 2008.

Gingerich, Owen. William Herschel’s 1784. Autobiography (CD). Cambridge: Universidad de Harvard, Newport Classics, 1995.

Golding, Robin. Herschel (CD). Essex: Chandos, 2003. Jerome, Davis. The Music of Sir William Herschel

(CD). Newport: Newport Classics, 1995.

The New Grove Dictionary of Music and Musicians,

ed. de Stanley Sadie, vol. 8. Londres: MacMillan, 1980.

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Fernando Álvarez del Castillo ha ocupado cargos como Director General de Bibliotecas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta); Director General Adjunto de la Biblioteca José Vasconcelos; Director General de Radio UNAM; Secretario Particular y Coordinador de Asesores de la Presidencia del Conaculta y director de la Biblioteca de las Artes del Centro Nacional de las Artes, donde inauguró la primera fonoteca digital de México. Es productor y conductor de la serie radiofónica Quién es quién en la historia de la música, que se transmite por Opus 94. Ha publicado textos sobre música en las revistas Voices of México, Pauta, Los Universitarios, Este País y Goldberg

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