Diálogo dantesco: José María Micó y Marco Perilli
En conmemoración de los 700 años de la desaparición física de Dante Alighieri (1265-1321), autor no sólo de la Divina comedia, sino igualmente impulsor y en gran medida artífice de la lengua italiana, Liber dedica un pequeño dossier a su legado, con perspectivas tanto sobre el gran poema como cuanto a la repercusión y trascendencia de esta obra. ¿Qué mejor manera que abrir este homenaje que con un diálogo entre dos íntimos conocedores de Dante Alighieri? José María Micó, soberbio traductor al español de Comedia publicada por Acantilado, y Marco Perilli, autor de Dante (Pre-Textos, 2019), discurren en torno a la proporción áurea en el poema y la relación entre política y literatura en el Poeta Supremo.
Preguntas de Marco Perilli y respuestas de José María Micó
Marco Perilli (MP): Si tuvieras que pedirle un consejo a Dante en relación con el mundo contemporáneo, ¿qué le preguntarías?
José María Micó (JMM): Ya que se trata de extraer alguna lección de su experiencia, le preguntaría si tiene algún sentido la intervención política y si, a fin de cuentas, lo tuvo para él. La política impregnó todas sus obras (muchas poesías, el Convivio, De vulgari eloquentia, la misma Comedia) y fue un asunto crucial en su vida, tanto desde el punto de vista de la reflexión sobre una forma providencial y universal de gobierno (en el tratado Monarquía, que hoy podría leerse más bien como una fábula o una utopía), cuanto desde la necesidad de afrontar las consecuencias de su aplicación práctica, que Dante padeció en carne propia durante su breve administración del poder en Florencia: sus decisiones le crearon dificultades personales (particularmente con su “primo amico” Guido Cavalcanti), y acabaron distanciándolo de sus antiguos correligionarios, por no decir nada de la consecuencia más dolorosa, el exilio. En ese sentido, sería interesante saber qué forma de gobierno idearía para un mundo como el nuestro.
MP: En la Comedia, las historias de los distintos personajes pueden abarcar pocos versos, pocas palabras. Sin embargo, a partir de lagunas y reticencias, Dante modula ecos que han cruzado siglos. El laboratorio de la traducción, la intimidad prolongada con el texto, ¿qué te han enseñado respecto al arte sutil de la síntesis y la precisión?
JMM: Traducir la Comedia ha sido una labor extenuante, física y mentalmente, y no sólo a causa de su extensión –que no es mucha si se compara, por ejemplo, con el Orlando furioso, que traduje hace años–, sino por la concentración semántica y la profundidad poética de sus innumerables tesoros verbales. Su precisión no admite versiones aproximativas ni compromisos o compensaciones que en otros textos resultan factibles, y la única manera de conservar su caudal poético es extremar la fidelidad. Con algunos juegos derivativos y calambures muy característicos (como “più volte vòlto” en Infierno, I, 36, o el extraordinario “libito fe’ licito” de V, 56) hice lo que pude, y en otros casos encontré la solución acomodándome, precisamente, a su sistema de pensamiento, como al traducir por “lince” el primer animal con que se topa el protagonista (porque no es casual que los tres animales empiecen por la misma consonante: lonza, leone, lupa); al acentuar su idea del contrapasso con un juego de palabras que define la avaricia de un papa simoníaco (“allí embolsé y aquí estoy embolsado”, Inf., XIX, 72); o al condensar la rica información semántica del original (“cotal moneta rende / a sodisfar chi è di là troppo oso”, algo así como “esta es la moneda que paga para dar justa satisfacción aquel que en la tierra ha osado demasiado”) con la misma “síntesis y precisión”, por usar tus palabras, de las que Dante es capaz: “esta es la moneda/que pagan los que han sido muy pagados” (Purgatorio, XI, 125-126). El contraste entre el laconismo de algunos pasajes y la complejidad sintáctica de otros (como la comparación de Infierno, XXVI, 25-33, nueve versos que tardé varios días en traducir) han sido para mí la mejor escuela posible.
José María Micó tradujo la Comedia, tras cuatro años de dedicación. Acantilado publicó el volumen en un solo tomo en 2018.
MP: La frecuentación de los clásicos te ha llevado a cultivar el gran secreto de la confianza. En un libro que reúne algunas páginas dedicadas a tus queridos, dices que esos autores te han distinguido con su amistad y que te gustaría corresponderles con tu afecto. En el caso de Dante, ¿cómo se manifiestan estos sentimientos?
JMM: Dante me ha acompañado toda la vida, pero en ese librito que habla de mis Clásicos vividos no hay, curiosamente, ningún capítulo dedicado a él. Es el balance de otros intereses y quehaceres previos a la traducción de la Comedia, tarea que empecé en 2014, pero que me acompañaba, como una ilusión recurrente, como un “sogno nel cassetto”, desde que leí por vez primera el Infierno a los diecinueve años. No entendí gran cosa porque no sabía italiano, pero me cautivó la música del verso. Para familiarizarme con la lengua mecanografié con paciencia las cien notas introductorias de un ejemplar: “Col commento scartazziniano rifatto da Giuseppe Vandelli”. Decidí que mi italiano no debía ser una lengua simplemente aprendida, sino vivida, y muchas de las decisiones que he tomado después, y que podrían parecer absurdas o impropias de un catedrático de literatura española casado y con hijos en Barcelona (como tomar casa en Florencia y vivir allí todo lo que pudiera), han sido secretamente fieles a esa ilusión. Siento por Dante un afecto que no implica ni exige correspondencia (a diferencia de su “Amor, ch’a nullo amato amar perdona”) y que la traducción –ese modo melancólico de creación colaborativa– potenció por circunstancias personales. A principios de agosto de 2017, cuando estaba traduciendo el canto XII del Paraíso, mi padre murió, y las cuatro semanas que siguieron a su muerte fueron las más extrañas y febriles de mi vida, porque avancé a un ritmo inusitadamente veloz por los versos más inspirados y espirituales de la última cántica. Después de todo eso, por Dante siento afecto y gratitud.
Retrato alegórico de Dante, óleo de Agnolo Bronzino, circa 1530. El libro que lleva es un ejemplar de la Divina comedia, abierto en el canto XXV del Paraíso. Galería Nacional de Arte, Washington. Fuente: Wikipedia.
De José María Micó a Marco Perilli
JMM: Tu caso me parece muy interesante para entender por qué la Comedia sigue interpelándonos por las razones más dispares. Por un lado, es el “libro nacional”, el clásico de una lengua que es también una de las tuyas; por otro, Dante se plantea “la questione della lingua” mucho antes de que así se llamara; y representa, en su momento histórico, frente al latín y al provenzal, la invención o creación de un idioma específico que va más allá de las fronteras genéricas y sociolingüísticas. Creo que tu condición de italiano y mexicano (que no es simple bilingüismo, sino bilingüismo al cuadrado, porque es la suma de dos lenguas y dos literaturas) te convierte en un testimonio muy adecuado para interpretar en clave actual la situación de Dante cuando decidió escribir “Nel mezzo del cammin”.
MP: Nel mezzo del cammin de Dante podría encontrarse un umbral. Umbral es la palabra que se me ocurre al contestar tu pregunta. Dante estaba consciente de la dimensión social e histórica de la lengua, y De vulgari eloquentia lo demuestra. Pero, más allá del estudio específico del tema, sorprende la elección del vulgar para la Comedia. Las obras “serias” se escribían en latín. Recordemos que Dante expuso su doctrina política tanto en el poema cuanto en el tratado latino De monarchia: este fue condenado por la Iglesia y la Comedia no. El paso de la lengua culta y universal a la lengua popular y regional era un salvoconducto hacia la zona franca de la voz. Dante intuyó que la vibración, más que el prestigio de una lengua, es crucial para el diálogo con y a través del tiempo. Ahí está Boccaccio, que unas décadas después leía y comentaba el Infierno en una iglesia de Florencia frente a un público entusiasta. Actualmente, en la Toscana, personas de escasa formación académica citan versos de Dante como frases hechas y me gusta pensar que ignoran el origen de sus dichos… Es el patrimonio de una identidad. Entonces, si Dante fue el ideólogo del imperio universal y del papado como autoridades supremas, también fue el visionario de una sociedad en plena evolución y desarrollo que en la lengua afinaba una clave de consciencia y libertad. A nivel literario, los neologismos que emplea en el Paraíso son la prueba tangible de su credo: términos como entiarse o enmiarse expresan lo insondable a partir de raíces familiares. La lengua toscana fue para él un motivo nacional que antecede la idea de nación; y el tiempo le dio la razón. Hoy se levantan muros frente a los flujos migratorios y es difícil no pensar en esa inteligencia del idioma como vehículo de formación social. La lengua es el umbral que agranda el horizonte. Y Dante, no hay que olvidarlo, escribió desde el exilio.
Dante intuyó que la vibración, más que el prestigio de una lengua, es crucial para el diálogo con y a través del tiempo.
JMM: La Comedia es uno de los artefactos literarios más perfectos que se conocen, no sólo por la belleza poética de su factura, sino por una larga serie de claves aritméticas y simetrías compositivas que conoces muy bien. Ese extraordinario control de la forma ha derivado, tal vez paradójicamente, en la proliferación de interpretaciones que podemos dar por controladas o controlables en lo esencial (el veltro, el dvx o Matelda, por mencionar los casos más significativos). ¿Crees que la Comedia puede depararnos alguna sorpresa más: algún nuevo criptograma o alguna clave en la que no hemos reparado?
Dante organizó su material a partir de un orden aritmético que resulta cada día más evidente. Hay mucho todavía que descubrir.
MP: No lo dudo. La investigación sobre las claves aritméticas es reciente. En el pasado se privilegiaron los aspectos simbólicos del número, asociados a una equivalencia mecánica y de manual. Nadie puede negar que para Dante el número tres expresa un concepto trinitario, de ahí que la unidad tripartita del poema refleja y se refleja en una idea teológica precisa; o el ejemplo que mencionas del 515, anagrama de dvx en cifras romanas, es decir “emperador”. Pero esto es la superficie del poema. En cambio, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, algunos autores comenzaron a destapar el armazón, y han ido aflorando series numéricas que rigen el orden y el equilibrio de la obra. Son cálculos que revelan una distancia medida entre palabras, versos o escenas afines y que apuntalan la estructura. En lo personal, me he entretenido con el análisis de la sección áurea en el conjunto y en las distintas partes: si se utilizaba la proporción áurea en un plano arquitectónico, ¿por qué no la usaría Dante para su catedral de palabras? He ahí el mismo tema que regresa en los puntos áureos de las tres cantigas, o el punto áureo general que marca las últimas palabras de Virgilio, o el de un canto que coincide con el clímax del relato. Y podría seguir con los ejemplos…
La lengua es el umbral que agranda el horizonte. Y Dante, no hay que olvidarlo, escribió desde el exilio.
El dvx que mencionas encaja en una secuencia descrita por un filólogo alemán, Manfred Hardt, donde la gematria, un método de los cabalistas que fijaba la correspondencia de letras y números en la serie a = 1, b = 2, c = 3, etcétera, traza un discurso paralelo a la trama que, a posteriori, revela el mecanismo de la composición. No es la lectura subjetiva que asigna una carga simbólica a la palabra, sino un cálculo que observa un determinado flujo de sentido entre un verso y otro. Si el verso central de la Comedia es el 7117, considerando lo que el uno y el siete significan para el hombre medieval, ¿podemos pensar que el centro del compás cayó al azar? Dante organizó su material a partir de un orden aritmético que resulta cada día más evidente. Hay mucho todavía que descubrir.
Giovanni Boccaccio, gran escritor florentino por mérito propio, fue quien añadió el epíteto “divina” a la Comedia de Dante, de la que fue gran promotor y comentarista.
Como regla de lectura, frente a una disyuntiva, privilegio la opción que se apuntala en el conjunto. Regla que a cada verso nos propone Dante.
JMM: Mi última pregunta es tal vez irresoluble, pero la inspira mi condición de traductor angustiado. ¿Crees que el nombre de Dante aparece en la Comedia una sola vez, como primera de las palabras que pronuncia Beatriz (Purgatorio, XXX , 55), o que vuelve a aparecer en boca de Adán (Paraíso, XXVI, 104), como testimonian unos cuantos manuscritos y entienden varios exégetas antiguos?
MP: Creo que “Dante” aparece una sola vez. No sólo es la primera palabra de Beatriz “que por necesidad aquí se cita”, como afirma el narrador, sino que en el canto donde Beatriz releva a Virgilio el tema del nombre es crucial. Dante repite tres veces en tres versos el nombre de Virgilio, Beatriz pronuncia el nombre de Dante y luego el suyo, con maternal coquetería: “¡Mira. Mírame bien! Sí, soy Beatriz”. Es el cambio de estafeta entre los dos, Virgilio, la razón, Beatriz, la teología, y en el drama del peregrino las alegorías batallan con la condición humana. Dante, Virgilio y Beatriz son palabras clave cuando el viaje pasa del horizonte terrestre al vuelo a través de los cielos. El canto XXX del Purgatorio es una bisagra en el orden de la percepción y el nombre es un mantra del cuerpo que se dirige hacia la trascendencia. Respecto a las palabras de Adán, por cuanto Adán goce de todas las licencias poéticas, teológicas y lingüísticas, no creo que pronuncie el nombre de Dante. Da te (de ti), como registran la mayoría de los manuscritos, es más coherente con el significado del paso: aunque yo no aprenda de ti tu deseo, lo veo mejor que tú en el espejo de la sabiduría divina… Aquí la duda textual dio lugar a una pista intrigante, pero, si la enmarcamos en la disciplina de la expresión dantesca, le restaría valor a las palabras de Beatriz. Personalmente, como regla de lectura, frente a una disyuntiva privilegio la opción que se apuntala en el conjunto. Regla que a cada verso nos propone Dante
Dante y Beatriz en el Paraíso de Gustave Doré, grabado, 1885.